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La conectividad no ha conseguido que regresen los que se fueron.
Pero al menos ha logrado que no se vayan los que se han quedado.
Los casi 300 habitantes le están sacando provecho a las tierras,
ya sea para el ganado o para cultivar sus propios alimentos. A
sus 57 años, Antonio, por ejemplo, ha participado en seminarios
relacionados con la agricultura de los que se ha enterado por
internet y ahora que está registrado en ChileCompras puede optar a
diversos negocios. Además, ha gestionado cursos de computación
para que los vecinos de Murta aprendan a usar internet.
Ahora dice que le alcanza el tiempo para planificar bien su próximo
paso: tiene decidido ir en ayuda de su papá que, a los 85 años, se
resiste a que lo apoyen en el cuidado de sus campos. Pero para él,
es su obligación. Las tierras y el ganado que fue consiguiendo con
los años ya están robustos; sus hijas –que siguen repartidas en
tres ciudades distintas– están haciendo su vida y las siente más
cerca con las religiosas llamadas de cada día para saber cómo les
está yendo.
“Para mí, la conectividad es cercanía, poder hablar lo que antes sólo
se podía hacer a través de una carta. Más encima, una hermana me
trajo un teléfono con cámara y ahora hacemos llamadas con video”.
Por eso, desde ese día en que salió corriendo en piyama para contar
la buena nueva, siente que lo que le pasó al pueblo fue un salto.
“Que llegara la conectividad fue el sueño que esperábamos todos.
Ahora hablo con todo el mundo, me informo, me capacito y hasta
ordeño las vacas mientras hablo por celular”, dice riendo, “¿se fija
cómo nos cambió la vida?”
en Murta
se usan
38
mil
minutos de
llamadas en
promedio a
la semana
El viento en Murta es algo de
ahora. Está lloviendo mucho
menos. El invierno es más corto.