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lo tenía muy claro. De lunes a viernes, de ocho a cuatro de la tarde,
sería Lucas, buen alumno, travieso y divertido. Pero en los recreos,
cuando hubiera una pelota de por medio, Lucas sería ese otro que
metía los mismos goles que él, que desbordaba hasta el alma
misma de las áreas y se burlaba de las defensas. En los recreos, de
ahora en adelante, Lucas no sería Lucas sino ése igual a él al que
llamaban Cristiano Ronaldo.
La escuela de Huape fue pionera
en recibir los cambios de la
llegada de internet.
300
habitantes
tiene
Huape, una
caleta de
pescadores
ubicada en
la Región de
Los Ríos
plan es libre de pago y que le permite hablar “hasta que me arden
las orejas”, como dice, apuntándolas.
Esa primera semana, los niños también se sorprendieron con lo
que les podía mostrar esa cosa llamada internet en sus pantallas.
Cuando el profesor les enseñó a buscar los primeros contenidos,
Lucas supo lo que quería. Estaba obsesionado con el fútbol, pero
sabía de jugadores y de equipos sólo por oídas. De un texto pasó
a un video, de un video pasó a otro y así hasta que encontró lo
que soñaba.
A ese partido, el de ese viernes, el del final de esa semana, Lucas
llegó diferente. Antes de entrar a la cancha, y mientras todo el resto
lo esperaba, fue al baño, se levantó el pelo con las manos mojadas
mirándose en un pedazo de espejo y se amarró las zapatillas que
le habían traído como un tesoro desde Valdivia. Entró al patio con
el pecho inmenso. Las niñas y niños que jugarían el partido lo
miraron tratando de entender de qué planeta venía. Pero Lucas ya