Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  42 / 110 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 42 / 110 Next Page
Page Background

40

El promedio de lluvias es

implacable: 2.961 milímetros de

precipitaciones por temporada.

Los tres poblados

de la isla son Puerto

Aguirre, Estero Copa

y Caleta Andrade.

Ha sido el clima y el aislamiento los que han logrado unir al pueblo

de no más de 1.800 habitantes, repartidos en la cara sur de la isla,

entre los tres kilómetros que comunican Caleta Andrade, en una

punta, con Puerto Aguirre, en la otra, pasando por el villorrio de

Estero Copa, justo al medio.

Hasta antes de la llegada de la conectividad, sólo la voluntad del

pueblo permitía que los problemas a veces no se convirtieran

en tragedia. Sin posibilidad de comunicar una emergencia hacia

el continente, los enfermos simples se agravaban, los graves

se morían y los muertos terminaban enterrados en el islote de

enfrente que se convirtió espontáneamente en cementerio.

Por eso, cuando se instaló la antena que les permite tener telefonía

celular, el cambio fue brutal. En la barra del Diosas, el bar donde

cada noche se olvida que cada uno es cada cual, marineros,

pobladores, pescadores y turistas conversan a sumodo. El “Zapallo”,

un mariscador nacido en Aguirre, brinda en solitario porque su hijo

menor por fin terminó la enseñanza básica en la escuela del pueblo

y, como todos los muchachos, deberá seguir estudiando en Aysén,

alojado en alguna de las residencias familiares que se promocionan

en los negocios del pueblo.

“Antes uno lo dejaba y se ponía a llorar altiro, porque no había

manera de saber cómo estaba, si se estaba acostumbrando”, dice.

Lo común era una carta, que demoraba un mes en llegar y otro en

obtener respuesta. Si era algo urgente, existía el telegrama, pero

era carísimo y había que esperar a que fuera de día para ir al correo.

“Ahora nos llamamos, por cualquier cosa”, dice. Y es cierto. Esa

misma semana le sonó el celular. Era su hijo. Estaba en el centro

de Aysén, en el supermercado. Quería comprar queso. Mucha gente

estaba agolpada en la vitrina de la fiambrería y no sabía qué hacer.

- ¿Sacaste número?, le preguntó el papá.

- ¿Cómo?

- Anda al mesón y pide un papelito con un número.

- Silencio.

- Ya, me lo pasaron.

- ¿Cuál tienes?

- El 91.

- ¿En cuál van?

- En el 90.

- Ya. Te va a tocar entonces.

Se escuchó que llamaban al 91. Se escuchó que le pesaron

y le pasaron un cuarto de queso. Se escuchó que el hijo estaba

nerviosamente feliz y agradecido.

- Viejo, me salvaste.

Y el “Zapallo” sintió en su oreja que su hijo había crecido de un tirón.