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“ahora con
el celular,
nos llaman
y nos
ubican
altiro”
nublados. “Fue un sueño, porque empezamos a crecer y logramos
mantenernos –dice Margarita–. Desde entonces, usamos internet y
el celular para darnos a conocer, para cotizar eventos y para que el
negocio fluya con mayor rapidez”.
Gracias a la comunicación, los turistas que vienen de paso para
recorrer la reserva costera valdiviana, en manos de la fundación
ambientalista TNC, se entusiasman con la oferta de comida
mapuche de “La Chalito” y se quedan unas horas más en el pueblo.
Es entonces cuando las mil manos del grupo se afanan en las
empanadas, los caldillos y los curantos. En entonces cuando la
orquesta empieza a tocar.
“Nos cambió la vida, porque antes teníamos el teléfono fijo allá
arriba, en nuestras casas, y nadie podía subir a contestarlo.
Perdíamos muchos pedidos. A veces dejábamos al abuelo para que
él contestara, pero se le olvidaban los recados. Entonces, ahora con
el celular, nos llaman y nos ubican altiro”, dice Leontina.
A través de internet se enteraron de un nuevo proyecto que se
adjudicaron con la Conadi, para ampliar el local y para remodelar
los baños que reciben a los adultos mayores. Para mostrar su
impresión, Margarita se lleva las manos a la boca y se la deja
salpicada con batido. “Ahora no me imagino qué sería de nosotras,
de nuestro negocio, sin estar conectadas”, dice, sin dejar de freír.
Justo llaman al celular de Margarita. Un pedido extra para un
cóctel las mantendrá ocupadas toda la tarde. Margarita mira a
sus socias, sólo las mira, y sonríe, mientras se seca las mil manos
con el delantal. Las otras asienten. “Si seguimos creciendo, que se
afirmen los maridos”, dice Leontina, con harina hasta en las cejas,
tan feliz que se le va la boca en cada risa. Ellas ya saben que esto
recién comienza y que la orquesta no dejará de sonar.