Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  57 / 110 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 57 / 110 Next Page
Page Background

55

un click.

un

segundo

Es que todo lo que nos cuentan ya lo hemos visto en internet.

La anécdota le sirvió a Hugo Cerda para cambiar su método. Desde

entonces, su escritorio mira hacia la misma dirección que la de

sus alumnos para así vigilar por dónde ellos navegan. También las

instrucciones son más cortas y más precisas. Desde ese momento,

lo miran menos y lo escuchan más. “Lo que antes yo debía graficar

durante mucho rato, ahora lo encuentran en un segundo”.

También le ha servido para dejar de sentirse imprescindible.

Porque a él le cuesta apartarse de la escuela. Tiene su casa a un

costado, comparte en los recreos y a menudo acompaña a los niños

al comedor –instalado a unos cuantos pasos, en la junta vecinal, desde

que un incendio arrasara con el anterior– y les conversa de cualquier

cosa, mientras se terminan las lentejas, todas, todas, que si no, no hay

postre. A menudo, además, está recibiendo a los apoderados, cada

vez menos silentes y más comprometidos con el aprendizaje de sus

pupilos. Cuando se van, se despiden tomándolo con ambas manos y

con una reverencia que al profesor le incomoda. “Ser una especie de

líder me dejó traumado”, dice, recordando cuando estudiaba tercer

año de Pedagogía y le tocó hacer una práctica en el Hogar de Niños

de Arica. Al final, estuvo diez años. Sólo después del segundo intento

se pudomarchar. La primera vez que quiso irse lomandaron a llamar

de vuelta. “Los niños no quieren seguir estudiando si tú no estás”, le

dijeron. Le tocaron meses de trabajo convencer a sus jefes y a los

menores de que las personas necesariamente tienen que pasar.

En todo caso, en esta historia, Hugo Cerda no piensa pasar. En

sus planes no pretende andar buscando su maleta ni le interesa

recuperarla. La locura que su mano estrechada les hizo a los

apoderados hace ya diez años aún no está del todo cumplida.

Sabía que reencantar a los niños con el estudio era cuestión de

tiempo. Sí, claro, también de recursos y de sacudir el olvido que

se respira aún más fuerte que el aroma a guayaba que impregna

el valle, pero la llegada de la conectividad le ha dado el sustento a

su promesa.