CONECTANDO CHILE

22 una vertiente dibuja un valle que le da vida al desierto. El caserío se levanta perfecto, inmaculado, pero parece un de - corado, nadie camina por las calles, los niños no juegan en las plazas. Una canción de electro-pop-altiplánico se arran - ca por debajo de una puerta. Encontramos a una mujer de edad sin tiempo. No está deseosa de hablar, tiene el carácter propio de las alturas. “No me i n t e r e s a l a an t e na – dice – no sé nada de tecnología” . Hace una pausa, cierra los ojos, busca dentro de ese ser que jamás lograremos comprender y continúa: “Mi mar i do t i ene t e l é f ono y no s s i rve mucho para c omuni carno s . S i a l gui en s e enf e rma aho ra podemo s av i sar ” . Sus palabras suenan graves, sabe que está hablando de la diferencia entre la vida y la muerte, porque cuando el paramédico que los visita, desde Putre una vez a la semana, no está en Belén, los pobladores de esta tierra quedan aban - donados a su suerte. Quisimos saber más, escuchar más, entender más, pero la naturaleza se manifestó y tuvimos que abandonar, antes de lo esperado, la Belén que no está enclavada en los montes de Judea. En Arica seguimos conociendo historias de lo que ocurre en la singular comuna de Putre.

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