TODO CHILE COMUNICADO

91 Por años, la antena parabólica del padre Ronchi fue la única manera de la caleta de saber qué diablos pasaba más allá de sus narices. Era la conexión con el mundo. Más bien, con una ínfima parte del mundo, porque había un pequeño problema: por más que lo movieran de lado a lado, el aparato sólo captaba canales mexicanos. En el pueblo estaban agradecidos, pero preocupados. Los niños ya no hablaban como chilenos. El de al lado no era amigo sino “carnal”, cuando se sorprendían decían “híjole” y a fin de mes los padres no hablaban de la falta de plata, sino de “lana”. “cuando había un enfermo, y salíamos de la isla, avisábamos por telegrama” El ritmo de pesca acabó con el mar. Entonces, aparecieron los candados, la decepción y la cesantía. Con ese velo indulgente que la vida le pone a los recuerdos, ahora Rosalba se ríe. “Tenían ese acento, entonces cuando fue tantísimo así, nos asustamos, porque no sabíamos nada de Chile. Casi no éramos chilenos”. El miedo era cosa sería. Cuando alguien se enfermaba y había que salir de la isla se mandaba un telegrama hasta Aysén, para que alguien se apiadara y pudiera ver a qué médico llevarlo. El mensaje llegaba en dos días. Con suerte en uno. Muchas veces llegó primero el paciente que el recado. La otra manera común era avisar por la radio Santa María de Coyhaique y esperar que el destinatario, en el momento en que se emitía el anuncio, estuviera justo escuchando, justo atento. A Rosalba no le entraba en la cabeza que fuera tan difícil estar comunicado. “Sin saber lo que pasaba, sentía que estaba paralizada. Había que hacer algo para tener una comunicación más rápida”, dice.

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