TODO CHILE COMUNICADO

34 adornar, pero no se me produjo ninguna conexión. Sin estudios, yo ya sentía que podía lograr la figura perfecta. No me hizo sentido que fuera la cuna del arte. Para mí era la cuna de la escultura”, dice. Entonces, aunque lo tentaron con quedarse, duró apenas tres meses. No le llegaban señales. No había nada que lo conectara. Pero lo peor es que no tenía respuesta para esa pregunta que lo desvivió en todo ese tiempo: ¿Dónde encontrar un cerro como en Nirivilo? Además de las esculturas, Alejandro da clases de comuni- cación humana, junto a una de sus hijas. Nirivilo consume un promedio de 70 mil minutos de llamadas a la semana Al volver, se dedicó a hacer clases en la Universidad de Talca y juntó plata hasta que pudo comprarse el cerro donde había nacido. Las conexiones volvieron. Levantó su casa, su taller y una bóveda donde la energía se le presenta sin medida. A menudo llegan estudiantes de arquitectura que lo contactan a su mail para que les cuente su trabajo. Y él les habla con las manos (“el arte no se enseña, se muestra”), que se mueven solas cuando toman las herramientas y arremeten contra los troncos. En dos meses es capaz de levantar una figura, trabajando ocho horas al día. Cuando pierde las fuerzas, levanta el piano que está entre el taller y la casa y le da unos golpes a las notas graves. Cuando lo hace, cierra los ojos por un segundo, por diez, por veinte. Al abrirlos, se le ve otra cara, como si viniera de muy lejos. “Si me sacan de acá, me muero”, dice, mirando en círculo, apuntando al cerro.

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