TODO CHILE COMUNICADO

Ya nada es igual. Contra todo lo que nos ha mostrado siempre nuestra geografía, Chile es ahora un país corto y angosto, sin límites, con distancias cada vez más reducidas. Un país que está cada vez más cerca. Ahora podemos hablar con un pariente que está a muchísimos kilómetros. Miles de niños, ahora conectados, son mejores alumnos, y por ende mejores personas. Crecen con más información, con acceso ilimitado a un mundo que antes era lejano, porque no existía. Ese es uno de los principales legados del proyecto “Todo Chile Comunicado”, que permite que más de tres millones de compatriotas recién conectados puedan conocer al resto. Reconocer las similitudes y también las diferencias con los otros chilenos y chilenas —que viven a miles de kilómetros— es parte fundamental para aprender el respeto por la cultura, por la diversidad, por los.derechos y por las raíces. Es crear tradición. Es, a partir del futuro, empezar a levantar nuestra propia historia. La tarea ha sido compleja. Poner en marcha un proyecto de esta envergadura, que entrega cobertura de banda ancha a 1.474 localidades rurales y aisladas de 289 comunas, ha significado aunar los esfuerzos y las voluntades de cientos de personas, encargadas de planificar, desarrollar y ejecutar el más ambicioso desafío de conectividad que se haya realizado alguna vez en el país. El reto técnico supuso ingeniárselas para enfrentar la rudeza más extrema de la geografía chilena. Hubo ocasiones en que todo parecía jugar en contra. Por ejemplo, en Ollagüe, en el altiplano de la región de Antofagasta, el diluvio del llamado “invierno boliviano” hizo todo lo posible por impedir que los operarios pudieran levantar los puntos por donde llegaría la señal. Pero no lo consiguió. La adversidad no se rindió. Apareció cientos de veces como aluvión en Choshuenco, como viento en Licantén, entre los cerros sin aire de Paihuano o en los temporales en Bahía Murta. En cada una de ellas, la respuesta fue siempre la misma: mientras más grande el desafío, más dulce sería la victoria. Prólogo

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