Chile desde el Aire

cordillera andina cubierta de hielos eternos, cordones montañosos orientales de material volcánico, plani- cies fértiles hacia el interior -donde la ganadería per- mitió surgir pueblos como Balmaceda- y una costa despedazada, lluviosa y selvática, donde apenas se encuentran asentamientos humanos: Melinka, Puerto Aguirre… Un paisaje casi virgen, todavía. El río Baker, el más caudaloso de Chile, recorre cerca de 370 kilómetros desde el Lago General Carrera en Los Andes hasta Caleta Tortel. Es un símbolo de la Patagonia, célebre desde que un megaproyecto de represa diera origen a un largo debate público que, finalmente, hizo visible su valor de patrimonio natural. Alimentado por lluvias, y también por glaciares del Campo de Hielo Patagónico Norte, se transformó en un hito turístico, donde llegan desde ob - servadores de aves y cultores de pesca de salmón, hasta los que descienden sus aguas en kayak o practicando rafting. La estrategia para desarrollar su potencial hidroeléctrico quedó en suspenso. Al avistaje de ballenas francas en la costa, especialmente en primavera, se suma la riqueza de la Patagonia en relación a su variedad de aves, desde el cóndor andino y el ñandú hasta el pingüino rey en algunas zonas, incluyendo las variadas especies que son solamente patagónicas, únicas en el mundo. El flamenco chileno y el cisne de cuello negro están entre los más valorados por los visitantes, en especial en los parques nacionales, donde la vida silvestre protegida ha permitido su multiplicación y la subsistencia de mamíferos como el guanaco, el huemul y el zorro colorado. El Estado, así como empresas y particulares, han logrado proteger exten- sas áreas como Yendegaia y Alberto de Agostini en Tierra del Fuego, hasta Tantauco en Chiloé, pasando por el Pumalín en Palena, de 290 mil hectáreas. También en la costa se han establecido santuarios para la protección de la vida marina, como el Francisco Coloane dedicado a las ballenas jorobadas y los pingüinos de Magallanes. Es así como el Chile Austral –la Patagonia- se ha consolidado como un área del mundo donde aún es posible encontrar vastas zonas prístinas casi deshabitadas, con flora y fauna originales. Luego de un ciclo de riesgos bajo la colonización, vuelve a vivir en plenitud gracias a una nueva conciencia am- biental, desde fines del siglo 20. Así, a la ganadería ovina, la pesca, la captura de crustáceos y su exportación, se ha sumado el turismo –de aventuras, de aves y científico– como principal puntal del desarrollo económico sustentable de la zona. El sentimiento del capitán inglés Robert FitzRoy, de estar en un lugar don- de la creación del mundo parecía estar sucediendo todavía, como en el Géne- sis, es el gran desafío de los patagónicos. Porque aquí, a diferencia del Paraíso Original, hay habitantes. Escasos, dis- persos, a veces aislados por la nieve o la caída de un puente, los pioneros sobrellevan una vida de esfuerzos continuos, lejos de las ciudades y sus servi- cios, en pleno siglo 21. No claudican, aunque en el Chile Central, sienten ellos, a veces se olvida su existencia. En el paisaje, leve, una fina columna de humo es señal de vida humana. Al- guien, una pequeña familia a veces, construye su destino allá en lo remoto. Porque aquí, a diferencia del Paraíso Original, hay habitantes. Escasos, dispersos, a veces aislados por la nieve o la caída de un puente, los pioneros sobrellevan una vida de esfuerzos continuos, lejos de las ciudades y sus servicios, en pleno siglo 21. No claudican, aunque en el Chile Central, sienten ellos, a veces se olvida su existencia.

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