Chile desde el Aire
Hosterías de Arica y Azapa para fomentar el turismo, así como el Casino que per- seguía el mismo fin, apor- taron a esa vocación que hace uso del clima privile- giado de Arica, “la ciudad de la eterna primavera”. La otra parte de la estra- tegia, muy propia de me- diados del siglo 20 en Sudamérica, se orientó a instalar industrias manufactu- reras avanzadas, armadurías de autos y camiones y también de televisores, los que así se popularizaron en todo el país, a menor costo. Los conflictos limítrofes le restaron protagonismo, a favor de Iquique; la in - dustria pesquera debió absorber la nueva vocación productiva. Las extensas playas, la gastronomía diferente, sus célebres aceitunas de Azapa, las rutas de las iglesias hacia el interior, el acceso al altiplano, las mo- mias de la cultura Chinchorro –las más antiguas del mundo-, y la cercanía de la peruana Tacna, han hecho aparecer más hoteles y restaurantes, afines a la vocación turística. La cultura afrodescendiente, legado de los esclavos africanos que fueron nu- merosos aquí durante la Colonia, también ahora fiestas y carnavales propios. Por supuesto, la originaria cultura aimara es la principal desde tiempos ancestra- les, con sus pueblos hacia el interior y, en Arica, especialmente visible en el mercado de la ciudad, el Asoagro, donde llegan los campesinos a vender sus productos. Al subir a la cordillera aparece Putre; desde tiempos antiguos lugar de encuentro entre las etnias de la montaña y las del mar. Ahora se detienen los campesinos que bajan a Arica y también los turistas que suben al alti - plano. A cierta altura aparecen los cactus candelabro, gigantescos, decla- rados santuario natural. Putre goza de una vista elevada, amplia, que la ciudad sabe disfrutar en varios miradores. Siguen los caminos hacia lo alto, ya en pleno escenario aimara, “la etnia que habita en el techo del mundo”, la que transita desde tiempos ancestrales por lu- gares que hoy corresponden a cuatro naciones, Chile, Bolivia, Perú y Argentina; sus descendientes unen países en esa cultura común, con poblados similares que se reparten por los cuatro puntos cardinales. Dominan el paisaje los altos volcanes nevados, Parinacota y Pomerape, Gua- llatire y Tacora, los cuatro de más de 6 mil metros de altura, majestuosos hitos tutelares de la espiritualidad aimara. El paisaje del altiplano o puna, es creación de volcanes; sus cenizas y lavas rellenaron a lo largo de millones de años los desniveles de la meseta, dejándola como una superficie perfectamente llana. El Lago Chungará es el centro de todo, del paisaje y de los desplazamientos de la flora y la fauna, en cuyas aguas se refleja la silueta del volcán Parinacota. Como se congela casi todas las noches, las gaviotas andinas, los patos, las ta- guas gigantes, corren o se deslizan sobre el hielo. Cerca de la frontera aparece Visviri, poblado al que llegan comerciantes ai- maras de las naciones vecinas, con sus cargas de quínoa y yuca, sus tejidos y artesanías ancestrales, tal como lo vienen haciendo hace miles de años. Frontera internacional, a más de 4 mil metros de altura, aquí es donde Chile se encuentra con las naciones vecinas, en la tierra más septentrional de todo su territorio. Entre los 17 y 18 grados de latitud, a cerca de 8 mil kilómetros del Estrecho de Magallanes, que está ubicado en los 52 grados. Un largo viaje, para sobrevolar el país más largo del mundo. Casi, casi, un viaje sin fin. Pero ahí están las fronteras, los paisajes que se adentran, un poco más allá, en el corazón geográfico de América del Sur. Desde el avión, pasan inadvertidas esas divisiones tan valiosas para el ser humano. La mirada que ofrece la altura se extiende hasta el horizonte, en plenitud, uniendo altiplanos y cordilleras, cumbres y quebradas, sombreadas por el mismo blanco manto de unas nubes quietas, iluminadas por un sol intenso desde lo alto. Un largo viaje, para sobrevolar el país más largo del mundo. Casi, casi, un viaje sin n. Pero ahí están las fronteras, los paisajes que se adentran, un poco más allá, en el corazón geográ co de América del Sur. Desde el avión, pasan inadvertidas esas divisiones tan valiosas para el ser humano.
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