Chile desde el Aire

La tensión entre mineros y agricultores es constante; unos y otros necesitan el agua, escasa en estas latitudes. El tema es duro para los segundos, enraizados por siglos, y que de pronto ven llegar maquinaria, muchos trabajadores, sienten explosiones ruidosas, su mundo alterado. Más de una vez, sus reclamos no llegan hasta las autoridades más altas y su ambiente se empobrece (…) La Serena, casi andalu- za. En estilo neocolonial le construyeron sus nuevos edificios públicos, así como el hito más visible desde lo alto, El Faro. Fue por enton- ces que se definió su voca- ción turística, con el Hotel Bucanero en La Herradura y el Casino en la playa de Pe- ñuelas. La pavimentación fue parte del proyecto, una cinta gris que se trazó des- de la capital hasta allá, pero los kilómetros son muchos; solo a fines de ese siglo, ya con la amplia autopista, comenzó a crecer la línea de edificios residenciales a lo largo de la Avenida del Mar, uniendo el río Elqui con el puerto. La Serena consolidó, así y al fin, ese destino. La amplia bahía portuaria de Coquimbo tiene un uso intensivo, tanto por el paso de los cruceros como por la llegada de barcos que cruzan el océano, desde y hacia China y otros países asiáticos, cargados de contenedores. Para la región, la fiesta de La Pampilla, con cientos de miles de asistentes en los días cercanos a las fiestas patrias, es el hito que le da más presencia nacional a Coquimbo. Desde lo alto, el avión deja ver en esos días, hasta el horizonte, un mar de gente. La enorme Cruz del Milenio, levantada por la comunidad católica el año 2000, domina el escenario con más de 100 metros de altura. A diferencia del Norte Grande, que es zona de amplias pampas desérticas, aquí las aguas lograron cruzar desde los Andes hasta el mar, cortando la Cordi- llera de la Costa en varios puntos. En sus riberas, aterrazadas, el hombre antiguo comenzó a engendrar una rica agricultura. Tres son las cuencas que lograron derrotar lo desértico; las de Copiapó y Huasco, y esta de Elqui. Ellas dieron origen a una vida agrícola de terrazas fluviales, de campesinos que en pocos metros logran primores y cultivos característicos, como papayas, pepinos dulces, chirimoyas, cítricos y uva (consumo, pasas, pisco). Muchos de ellos han sido sustituidos por parronales de uva de mesa de exportación, espe- cialmente en los valles más anchos (Huasco y Elqui), obra de empresarios que financian pozos profundos, riego por goteo y otras técnicas modernas. La gana- dería de ovejas y cabras sigue siendo característica, todavía a nivel de pequeñas empresas que pertenecen a familias que, muchas veces, tienen un puñado de cabras como todo capital. Algunas comunidades agrícolas tienen antiquísimas costumbres tradiciona- les para organizar el uso del agua y la leña, los derechos de pastoreo y otros, derivados de organizaciones indígenas o de mercedes de tierra de la Colonia. Son de los mismos clanes ancestrales, siglo tras siglo. Eso sí, siempre han de- bido abandonar el lugar los jóvenes que la tierra no es capaz de mantener. Los campesinos de actividad cerealera –hacia la Cordillera de la Costa, como se ve desde el avión- se han visto perjudicados por la erosión de los suelos causada por los cabreros. Antigua es la pugna entre unos y otros. De siglo en siglo, es la minería la que atrae habitantes al norte desértico. La ciudad de Vallenar la fundó Ambrosio O’Higgins en el siglo 18, como estratégico enclave de detención entre la cordillera y la costa, en zona rica en plata (Agua Amarga) y donde, ya con la República, se fundó el primer banco chileno. Al inte- rior, andino, los exploradores siguen descubriendo nuevos minerales; el último, la mina de oro de Pascua Lama, proyecto controvertido porque ocuparía afluen- tes del río Huasco cuyas aguas son decisivas para los huertos. La tensión entre mineros y agricultores es constante; unos y otros necesitan el agua, escasa en estas latitudes. El tema es duro para los segundos, enrai- zados por siglos, y que de pronto ven llegar maquinaria, muchos trabajadores, sienten explosiones ruidosas, su mundo alterado. Más de una vez, sus reclamos no llegan hasta las autoridades más altas y su ambiente se empobrece, obli- gándolos a reciclarse con cultivos diferentes o cambio de giro y actividad. Guy, que lleva años sobrevolando la zona, observa el cambio que se ha producido.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTM0MjI4